Por supuesto, una boda puede celebrarse sin una sesión de preboda, pero… ¿no es mejor empezar a construir esa relación desde el minuto uno? Piensa en la cantidad de tiempo que pasarás con tu fotógrafo/videógrafo durante la boda: estará a tu lado en momentos íntimos, capturando desde los nervios de los preparativos hasta la emoción de la ceremonia y la alegría del banquete. Sin una preboda, es probable que esa cercanía surja más tarde, mientras que con esta sesión previa, el vínculo se construye mucho antes, permitiendo que el día de la boda todo fluya de manera natural.
La preboda no es solo una sesión de fotos/video, es un momento para conocernos, para aclarar dudas, revisar horarios y planificar cada detalle del gran día. Pero lo más importante, es una oportunidad para romper cualquier barrera que pueda existir entre vosotros y la cámara. ¿Cómo lo logramos? Con conversaciones relajadas, risas, bromas que os permitan olvidaros de que estáis siendo fotografiados. Incluso los fotógrafos más serios pueden convertirse en auténticos niños durante estas sesiones, todo con el objetivo de lograr que os sintáis cómodos y confiados.
Cuando el gran día llegue, ya no seremos «el fotógrafo», sino una presencia familiar que os acompañará en cada paso. Así, las fotos dejarán de ser poses y se convertirán en recuerdos auténticos, cargados de emoción y naturalidad.
La preboda no es una obligación, es un regalo para vosotros mismos. Es el inicio de una experiencia que hará que vuestra boda esté llena de momentos reales, espontáneos y verdaderamente vuestros. ¿No es eso lo que buscáis para un día tan especial?
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